Amistades y miedo a la soledad


Cuando rebasamos los límites del amor, de manera que la relación no se hace satisfactoria, estamos ante una dependencia emocional. La persona que actúa así, lo hace en las distintas áreas de su vida, aunque esta forma de actuar pueda manifestarse más en unas que en otras.

En los anteriores talleres hemos abordado el concepto amplio de amor, las relaciones de pareja, el amor romántico y sus mitos, la ira como consecuencia del amor frustrado, principalmente la ira no expresada, los límites del amor y el beneficio de seguir la propia intuición.

El tercer taller lo dedicaremos a las amistades y el miedo a la soledad, mientras que en el cuarto trataremos lo referente a la familia y la reconciliación con el pasado. El orden hasta ahí podría haber sido inverso, si tenemos en cuenta que nuestra primera aproximación al amor o al desamor, la ejercemos en la familia y seguidamente abrimos más nuestro campo de acción estableciendo relaciones de amistad, para a continuación centrarnos en una que sentimos más especial y que cuando hay correspondencia, termina construyendo la pareja. En medio de este proceso nos movemos en un ámbito nuevo, el entorno laboral y previamente el escolar, en el que las relaciones no tienen por qué ser tan íntimas como en los casos anteriores, aunque en ocasiones sea el medio para alcanzar alguna de ellas.

Centrándonos en el tema que nos ocupa, la forma en que nos relacionamos con nuestras amistades está en función de nuestro miedo a la soledad. Cuanto mayor sea éste último, más dependientes serán aquellas.

El miedo es una emoción básica que nos protege de peligros. El ser humano descubrió que asociándose era más fuerte, podía hacer frente a más obstáculos, conseguir mejor sus objetivos y así mismo reducir su miedo ante las situaciones que ya no tenía que abordar en soledad.

Si echamos la vista atrás hasta el origen de la vida, los nuevos seres que se iban creando eran autónomos desde que comenzaban su existencia. Poco a poco algunps de ellos fueron asociándose para mantener su supervivencia. Podemos constatar esto si nos fijamos hoy en día en las distintas formas de vida que existen, las más evolucionadas son las que mantienen mayor grado de socialización. La conservación de la especie pasó a estar por encima de la individual.
El siguiente paso en la evolución parece que es volver a la separación, a la autonomía personal, para así encontrar el equilibrio entre dependencia e independencia. Seguir siendo seres autónomos sin estar desvinculados. Este mismo proceso que observamos en la historia de la vida sobre la tierra, lo podemos ver en nuestra propia historia de vida. Cuando nacemos somos absolutamente dependientes, el bebé se siente como una continuación de su madre y poco a poco vamos adquiriendo los recursos necesarios para ir ganando autonomía, autosuficiencia, llegando hasta la adolescencia donde es más fuerte el proceso de separación, de individuación. La persona adolescente tiene que separarse de su padre y su madre, de forma parecida a cuando era bebé, en una nueva fase de encontrar su propia identidad, para más adelante restablecer la relación desde un lugar distinto, donde ya no es un ser dependiente.

Evidentemente esta separación no implica una ruptura, no hablamos de separación física, aunque en muchos casos es una etapa complicada, en la que se hace difícil el ajuste entre padres y madres con sus hijos e hijas. Esto puede llevar a conductas de rebeldía o bien de sumisión, extremada obediencia y en ambos casos se imposibilita la etapa posterior de independencia real, de persona adulta, autónoma y al mismo tiempo con vínculos sanos.

En realidad, las actitudes de la adolescencia responden a otras que se generaron en la primera fase de separación. Si nada ha cambiado en las actitudes de las personas que interactúan, simplemente se irá magnificando la respuesta inadecuada.

Todo este proceso de apego/desapego que vivimos desde que nacemos, va conformando nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Si en ese desarrollo no conseguimos llegar a la fase de la adultez real, de verdadera autonomía, siempre se mantendrá un grado de miedo a la soledad, proporcional a la dependencia que tengamos de que otras personas nos den seguridad, no sólo externa, sino interna. Porque lo que el niño y la niña sienten cuando no pueden separarse con la seguridad de poder volver a un apego seguro, es que su supervivencia está en juego, que sin esas figuras de apego, sin su padre y su madre, no son nada, no ganan autoconfianza y su autoestima también se ve alterada.

Comprender cómo nos vinculamos nos explica qué vivencias tuvimos, qué interpretaciones hicimos de nuestras circunstancias, dónde tenemos los nudos que nos atan, que nos impiden llegar a ser. Y conocer cómo crecimos, qué vivimos, nos explica qué hace que nos vinculemos como lo hacemos. La observación y el trabajo personal de nuestras actitudes ahora y de las vivencias de entonces, nos lleva a encontrarnos con nuestra propia esencia, a sentirnos libres, a tener autonomía, a no sentir soledad por no estar en compañía y a disfrutar cuando la hay.
Maite Márquez Martín
Psicóloga colegiada AN05924

Amistades y miedo a la soledad

Comentarios

  1. Pués a mí miedo a la soledad no tengo(tendría que estar muy loco si lo tuviera).
    Soy de Barcelona y donde veraneo a los 10 u 11 años conocí a un grupo de ¨amigos¨ por decirles alguna cosa.Los primeros años todo iba ¨bién¨ por decirle alguna cosa,pero a los 14 o 15 años,aquella ¨amiistad¨ por decirle alguna cosa acabó muy mal,las peleas,las discusiones,etc,acabaron con aquella ¨amistad¨.
    A los 16 o 17 años,conocí a otro grupo de ¨amigos¨ pero la relación no cuajó y lo dejé estar.Ahora viene lo peor,a los 19 o 20 años,(hacía poco tiempo que obtuve el carnet de conducir) y para no aguantar a mi madre,me tuve que conformar con salir con mi hermana para que conociera a su grupo de ¨amistades¨ y al final me aburrí y le dije a mi hermana,SI QUIERES SALIR CON ESTA PANDILLA DE IMPRESENTABLES ALLÁ TÚ,YO ME QUEDO SOLO EN CASA y desde entonces hasta ahora SOY LA PERSONA MÁS FELIZ DEL MUNDO.

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  2. Pués yo miedo a la soledad no tengo,al contrario me rio,soy el tio más feliz del mundo estando solo.

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